Poema de mi amiga Conchita Melo, a la que quiero y respeto. Gracias por dejarme poner esta maravilla, escrito salido de un alma rota de dolor pero, con mucha fe.




La poesía "SIETE PALABRAS" la escribí en el año 1958, en Semana Santa, que cayó del 31 de Marzo al 6 de Abril.

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Estaba ingresada en el Hospital de San Pablo de Barcelona, donde estuve 14 meses ingresada, no se confiaba en mi curación, estuve muy grave al borde de la muerte; yo la deseaba, por que sufría mucho, tanto física, como moral, pues estaba separada de mis dos hijas mayores que entonces tenían tres años una y la otra dos, ellas estaban con mis padres en Benicarló y no pude verlas en todo ese tiempo. Lloré tantísimo entonces que creía que nunca más en mi vida volvería a llorar tanto si vivía. Y sí lloré más todavía a la muerte de mis hijas Verónica y Lucrecia, no sé como me quedan lágrimas...

La poesía, no tiene ningún valor literario, ni poético, sólo lo tiene sentimental, fue una etapa de mi vida en que la muerte era tan cercana, que hasta cuando vinieron los camilleros, para llevarme a Lourdes, el jefe de servicio me vino a decir que no fuera, si lo hacía, no respondía de mi vida, seguro que moriría en el viaje. No fui, por que mi madre llorando me pidió que desistiera de ir; yo también lloré muchísimo y todo el día me estuve llamando cobarde. Pero el médico me dijo que si la Virgen tenía que hacerme ese milagro me lo haría sin ir. Si me hizo el milagro, las monjitas me trajeron un diminuto frasquito de un inyectable, con agua de Lourdes y cada día rezábamos la novena y me daban una gotita del agua en una cucharilla y otra gotita me la ponían en el pecho. Los médicos lucharon mucho por mi vida; pero cuando me dieron el alta hospitalaria, me dijeron:

"Debías de tener algún Santito, porque tú no estabas para vivir, estabas para morir"

Todavía estoy aquí a casi los 87 años, con tantísimo que deseaba morir entonces y ahora podría escribir esta misma poesía con el mismo dolor y deseo que entonces, hoy hubiera sido un hermoso día para morirse...


¡Padre, perdóname, yo te lo ruego! Jesús, perdona mi desaliento. Perdón a mis quejas y lamentos, pues mi vida, no es vida que es vivir siempre muriendo, siempre en el corazón el sufrimiento, esperando aquel segundo, esperando aquel momento... pero al pensar en ti Señor, siempre contesto: ¡Es que Él lo quiso! y espero, cual buen ladrón, tu palabra de perdón: "¡Hoy estarás conmigo en el Paraíso!" Pero como soy madre, Señor, siento angustia y desazón por mis hijitas temo dejar al mundo ese tesoro, que yo ya no podré guardar como a mi vida te suplico Señor, que las protejas, y digas a tu madre cual dijiste: "¡He ahí a tus hijas!" Hay veces, Señor, que desespero, y pienso: ¿Escuchará mis ruegos? y soy débil Señor y tengo miedo, me espanta el dolor y soy cobarde y digo cual dijiste en la Cruz: "¡Dios mío, Dios mío! ¡No me desampares!" Hay que ser fiel a tu voluntad y pensar: "¡es lo que me convenía!" y bendecir tu nombre con lealtad, diciendo aun en trance de agonía, ¡Jesús, sedienta estoy de ti! y si el morir es ir contigo, quítame la vida. ¡Señor qué gran merced! pues de tu amor y de ti yo ¡tengo sed! Concluyendo están mis horas, el fin de mi vida ya está cerca, quisiera que en mi último suspiro, con tu nombre mi vida se extinguiera con tu ayuda Jesús, feliz muriera, y feliz será mi muerte, si es a tu lado podré decir: Señor, yo como Vos, "¡Todo está consumado!" Me resigno a mi suerte, si he de ir al cielo ¡venga la muerte! en tu corazón confío y no es mentira, pues aunque soy de barro y amo la vida más amo los designios que tú me envías y te adoro Jesús, te adoro tanto, que cargada de cruces o si me das la muerte te adoro y te seguiré adorando. En tus manos, Señor, está mi suerte, lo que quieras darme, ¡Bienvenido! No abandones Señor, a quien con tanto amor y fe, a ti clama y cuando vaya a salir de este destierro... ¡Padre, en tus manos acoge mi alma! Conchita Melo Durá - CMD

(Publicación autorizada por la Autora)